Bueno, ya llegamos al final del año. Así es, el 2017 está a
semanas de terminar y, para conmemorar la fecha se me ocurre una idea.
Me dije, ¿Por qué no hablar de cómo me decidí a ser
escritora de fantasía?
Muchos seguramente se dieron cuenta de su fascinación por
las letras, cuando se encontraban estudiando o cuando platicaban con sus
profesores de aquello que les agradaba. En mi caso, esto se dio por pura y
simple casualidad, y lo mejor de todo es que la idea germinó gracias a una
comida familiar en casa de un tío (y padrino de tres años), al que aprecio
mucho.
Y se preguntarán ustedes, ¿cómo es posible eso?
Bien, déjenme les platico mi experiencia.
Todo comenzó hace más de 14 años. Me encontraba en una
comida familiar, más o menos por estas fechas. Para quienes no saben cómo se
dan las reuniones aquí en México, déjenme decirles que no es nada del otro
mundo. Nosotros simplemente nos dedicamos a platicar de lo que hacemos, de los
sitios que hemos visitado, los logros que hemos juntado, etc. Como les dijo,
nada del otro mundo.
El caso es que por ese entonces, yo no era muy afecta a
estar platicando mi día a día. Ya saben, a esa edad los adolescentes sólo
quieren estar en su mundo, que nadie los moleste y hacer las cosas como se les
da la gana.
Por supuesto, mi madre no era de esa idea, así que me vi
llevaba la comida familiar a pesar de mis pretextos.
Mi motivo más fuerte para no querer ir: aún no sabía qué
hacer con mi vida y no quería que nadie me preguntara por eso.
Así es. Casi 15 años y todavía no tenía un objetivo que
perseguir ni algo por lo cual seguir estudiando, y ya estaba en primero de
preparatoria.
Como les decía arriba, las reuniones familiares no tienen
muchas diferencias que valga la pena señalar. Sin embargo, existe un punto con
el que yo jamás me he sentido cómoda, ya sea en reuniones propias o ajenas a mi
círculo familiar; y es el hecho de que los adultos parecen disfrutar
atormentando a los más jóvenes en cuanto al camino que van a tomar sus vidas.
No sé ustedes, pero incluso en estos momentos, yo odio estar
molestando a mis sobrinos con preguntas como, ¿Ya sabes que vas a ser cuando
seas grande?
Lo aborrecía antes y aun me choca, así que siempre he hecho
lo posible por no preguntar esa clase de cosas a los jóvenes de la familia. Suficiente
tienen con la locura hormonal que cargan como para estar agregando más vapor a
la tetera, así que cuando sale el tema a relucir por tal o cual motivo, yo solo
les digo: sé lo que se te antoje, pero siempre busca ser el mejor.
Ojalá otros más me hubiera echado porras hace unos años.
En fin, volvamos a mi experiencia. Imaginen una muchacha
bajita con su vieja playera de Neon Genesis Evangelion y unos pantalones
grandes de mezclilla oscura. El pantalón con cadenas y bolsillos de diversos
tamaños y los tenis deslavados medio ocultos por la tela de mezclilla.
Sí, así me vestía hace unos años. Ahora imagínenme con ese
atuendo en un sitio donde la mayoría iba con pantalones de vestir, camisas con
encaje, zapatos con un poco de tacón. Sí, una reunión familiar a toda regla.
Bueno, la cosa no empezó muy bien que digamos para mí. Ya
había saludado a un par de tíos y no habían faltado los comentarios entre
graciosos entre extrañados por mi vestimenta. Una de mis tías le preguntó a mi
mamá si veía de algún otro lado y otros más no tardaron en molestar con el
típico: “Bueno, ¿Y en que va a trabajar la niña? ¿A qué se va a dedicar?" Horror. Cada que alguien abría la boca me daban ganas de darle de zapes.
Yo ya estaba lista para irme a encerrar al auto, cuando mi
querido tío hizo aquella pregunta de la que yo ya me había hartado; pero lo
crean o no, la formulo de tal modo que casi me hizo reír.
Hija, ¿Ya sabes que es lo que te gustaría hacer con tú
tiempo?
Jajaja, Mi tío se sacó un diez con esa pregunta. Más porque
justo hacía unos meses había dado con algo que me encantaba hacer, más que otra
cosa en el mundo.
Quería escribir. Solo tomar un cuaderno y ponerme a escribir
hasta que se ocultara el sol.
Al principio me tragué mis palabras porque tenía miedo de la
reacción que seguro vería en los rostros de mis familiares, pero cuando mi tío
me sonrió supe que, dijera lo que dijera no me iba a juzgar. Y no lo hizo.
En cuanto salió de mis labios la palabra “Escritora”, él
sonrió y levantó un pulgar.
Aún recuerdo que uno de mis tíos abuelos arrugó la frente y
digo, bajando la voz a cada palabra: eso no es un trabajo, niña. Te vas a morir
de hambre de eso. Capaz que hasta te conviertes en una carga para tus padres.
Yo ya estaba lista para defender aquello que tanto quería
cuando mi tío tomó la palabra.
“De que sirve tener un buen puesto y todo el dinero del
mundo, si no puedes disfrutar aquello que haces”.
Yo no podía creer lo que escuchaba. Hay, en plena reunión
familiar, un adulto estaba defendiendo mi postura. Eso era más de lo que había
esperado, sobre todo porque en ese entonces mi madre pensaba que yo solo estaba
pasando por una etapa.
Eso llevó mi confianza al siguiente nivel. Me acerqué a mi
tío y le dije por lo bajito, sin dejar de sonreír.
“Quiero ser escritora de fantasía”.
Él asintió una vez más y, repitiendo mi volumen de voz me
respondió.
“Muy bien. Ya sabes que hacer, así que no te vayas a echar
para atrás, ¿eh? Yo quiero mi libro autografiado”.
Y, como decía Porky Pig.
“Eso es to- eso es to- eso es todo, amigos”.
Me gané un buen pellizco por andar diciendo esas “tonterías
de chicos” en plena reunión, además de un sermón sobre orientación vocacional.
¿Y lo mejor de todo? Aquí sigo. Licenciada en Creación
literaria y próxima estudiante de Maestría en Escritura creativa. Sigo soñando
todas las noches con esas historias que cubren mis novelas y cuentos y, lo mejor
de todo, poco a poco me estoy colando es este mundillo de letras que tanto me
gusta.
¿Quién dijo que no podemos trabajar en lo que amamos?
¡Felices fiestas a todos! Estoy segura de que este 2018 nos
depara grandes sorpresas.











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