Destrozando mitos: Inanna en los infiernos

 


Los dioses tienen prohibido entrar a ciertos lugares, y desobedecer esas reglas es impensable

Hola,  ficcionarios

Hoy les traigo uno de los mitos más conocidos de la cultura sumeria. Uno que tiene que ver con la diosa de la fertilidad y con cierto error que cometió,  hace mucho tiempo. 

Para este mito, quiero que lo lean con cuidado y luego me den su opinión sobre el mismo. 

¿Están listos para bajar al submundo? Vamos a conocer la historia de Inanna en ese sitio.


Inanna en los infiernos

Aunque se ha intentado encontrar el por qué la diosa decidió ir a los infiernos, todavía no se ha descubierto la motivación que la llevó a hacerlo. Lo que si se sabe es que, un buen día, sin esperar nada de sus acciones, la deidad decidió bajar a esa zona.

Claro que, antes de hacerlo, habló con su sirviente Ninshubur: “Temo entrar en esa tierra oscura y seca. Temo que quedaré enterrada en su polvo”. 

Aunque era claro que Inanna temía lo que pudiera pasarle en ese sitio, decidió afrontar ese sentimiento y bajó, pasando por cada una de las puertas que flanqueaban el submundo. Las siete fueron cruzadas por ella sin omitir ninguna, pero pronto descubrió que para seguir avanzando tenía que dejar algo que apreciaba, en cada una de las zonas.

Tras una puerta quedaron sus ropas, tras otra sus joyas, e incluso detrás de una de ellas tuvo que abandonar las preciadas tablas del destino. Todo lo abandonó hasta que llegó a su objetivo, desnuda e indefensa.

Cuando Inanna llegó a las puertas del trono de los infiernos, fue recibida con sorpresa por su hermana y gobernante de esa zona, Ereshkigal. Aunque la diosa del submundo no deseaba juzgar a su hermana por tal atrevimiento al haber descendido, tuvo que cumplir con la ley y la envío a los siete jueces del infierno.

Estos sabios eran conocidos por ser poco benevolentes con los habitantes del exterior, pero Inanna comprobó en sus carnes que tan crueles podían llegar a ser.

Los siete jueces no tardaron en someter a la ahora vulnerable diosa. Había desafiado el orden natural de la vida, por lo que decidieron juzgarla con dureza por aquellos actos tan antinaturales.Temerosa, Inanna esperaba su veredicto, sin imaginar que se le impondría la pena máxima por sus faltas, aún siendo ella una diosa.

Cuando los jueces terminaron de deliberar, le revelaron a Inanna la cruel pena que habían decidido para ella. 

La muerte. La deidad de la fertilidad fue condenada a morir, y ni muerta podría descansar en paz mediante ritos funerarios. Esto,  por qué se había decidido que su cuerpo sería colgado de una estaca, como advertencia para que cualquier otro dios no cometiera la misma falta que ella.

Por más que Ninshubur rogó por clemencia para la diosa, los siete jueces no fueron indulgentes con ella. 

Había llegado el tiempo de morir para Inanna, pero, contrario a lo que muchos pensaban en ese momento, la diosa no tardó en poner a trabajar su cerebro. Los dioses no habían intercedido por ella, pero creía saber que era lo que podía hacer para librarse de tan terrible castigo.

Aunque intentó actuar lo más pronto posible, Inanna no pudo evitar sufrir las primeras muertes a manos de sus verdugos. El haber entrado a los infiernos pro propia voluntad le dejó una marca profunda, y el verla así de derrotada provocó que el dios Enki tuviera piedad de ella. No podía librarla de su pena, pero este hizo algo más por la diosa. Algo que la consoló, mientras buscaba una forma de terminar con todo eso.

Con la suciedad de debajo de sus uñas, el dios Enki pudo crear dos criaturas de tierra, a las cuales se les permitió permanecer cerca de Inanna. Estos seres no solo le hacían compañía, sino que también se encargaban de llevar comida y agua a la diosa, para que la misma tuviera las fuerzas suficientes como para revivir.

Aunque no era mucho, Inanna no olvidó el gesto. Estaba dispuesta a aprovechar toda bondad que pudieran brindarle, mientras los jueces hablaban sobre su caso.

Cuando parecía que toda la esperanza debía ser desechada, los jueces anunciaron una cláusula que trajo algo de luz al destino de la diosa. Un apartado que nadie se esperaba. Inanna solo podría volver al mundo de los vivos si alguien era lo suficientemente valiente como para tomar su lugar en los infiernos.

Inanna ya tenia una forma se salir de su encierro, pero la diosa sabía que encontrar a alguien que quisiera permanecer en los infiernos no sería una tarea fácil. Sorprendentemente, su fiel sirviente Ninshubur intentó ofrecerse, así como sus hijos, Shara y Lalal; pero contrario a lo que se esperaba de Inanna, ella no permitió que aquello se consolidará. 

No, tenía que ser alguien más. Alguien que la hubiera dejado de lado en algún momento, y tenía al candidato perfecto para ello.

Sin dudarlo demasiado, la diosa se dirigió a los jueces y dijo, sin titubear: “Tomad a mi esposo, Dumuzi”.

Aunque muchos sabían que el pastor le había dado buenos recuerdos a la diosa, también estaban conscientes de lo que ocurrió cuando Inanna le entregó el gobierno de Uruk a Dumuzi, por lo que no se sorprendieron cuando la deidad lo señaló como su seguro para salir de los infiernos.

Los jueces aceptaron su propuesta, y con ello, el destino de Dumuzi se selló.

Los espectros de los jueces no tardaron en salir a buscar al esposo de Inanna. Mientras más tardarán, más demoraría en salir de los infiernos, así que esperaba que pronto dieran con su marido. Claro que Inanna no esperaba que uno o varios dioses se resistieran a su selección, para tomar su lugar en ese terrible castigo. Mucho menos suponía que intentarían salvarlo de dicha condena.

Apiadandose de Dumuzi y de su reciente castigo a permanecer en los infiernos, a causa de las acciones de su esposa, el dios Utu decidió intervenir y se presentó frente al ahora rey, para después transformarlo en una serpiente. Su plan era que Dumuzi se deslizara lejos de la ciudad y se escondiera en algún sitio de las garras de los demonios, pero como bien sabían otras deidades, ese plan no funcionaría para siempre.

Así fue. Inanna pidió que los demonios no se detuvieran en la búsqueda de Dumuzi, al grado que, cuando ya no hubo forma de ocultarlo y por fin dieron con él, está se negó a protegerlo del destino que le tenían preparado en los infiernos. No le deseaba el mal, pero tampoco estaba dispuesta a seguir sufriendo ese castigo tan terrible, así que permitió que los demonios lo ataran y lo arrastraran al submundo.

Al final, Dumuzi tuvo que cumplir penitencia por un acto que no cometió, pero como los dioses sabían que el era inocente, hicieron lo posible por salvarlo. 

¿Cómo lo hicieron? Consiguieron que el rey solo tuviera que pasar seis meses al año en los infiernos, y también se permitió que alguien querido viera por él y lo ayudará a cumplir el castigo.

Tras los seis meses de reclusión, a Dumuzi se le permitía volver, pero solo si alguien más tomaba su lugar en los infiernos. Aunque el no quería asignar a nadie, al final, su hermana Geshtinanna decidió que tomaría su lugar, para que Dumuzi pudiera descansar por unos meses del tormento que se le había impuesto.

El rey por fin pudo regresar a la tierra, para reinar y guiar a su pueblo, pero sin olvidar que tendría que volver en algún momento a los infiernos.




Dato importante: Las estaciones empezaron a aparecer en el mundo, producto del ciclo que tenía que vivir Dumuzi a lo largo de cada año. La primavera llegaba cuando el ascendía nuevamente para tomar su trono, verano traía florecimiento, pero también la promesa de que el rey estaba cada vez más cerca de volver al submundo. Otoño e invierno marcaban esos meses en los que Dumuzi debía permanecer en los infiernos, cumpliendo la condena que Inanna le asignó.


Jess Castz

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